Isaac era ya anciano y sus ojos se habían nublado tanto que ya no veía. Entonces llamó a Esaú, su hijo mayor, y le dijo: —¡Hijo mío! Él respondió: —Aquí estoy.
Cuando Jacob se acercó para besarlo, Isaac le olió la ropa. Entonces lo bendijo con estas palabras: «El aroma de mi hijo es como el aroma de un campo que el Señor ha bendecido.
Eliseo dejó los bueyes, corrió detrás de Elías y le dijo: —Déjame despedirme de mis padres. Luego te sigo. Elías le respondió: —Vete y vuelve. Yo no te lo impido.
cuando tiemblen los guardianes de la casa y se encorven los valientes; cuando se paren las que muelen, por ser pocas, y queden a oscuras las que miran por las ventanas;
Embota el corazón de este pueblo, endurece sus oídos y ciega sus ojos, no sea que acaben viendo y oyendo, que su corazón entienda, se convierta y se cure.