y, tal como José lo había predicho, comenzaron los siete años de hambre. Hubo hambre en todos los países, menos en Egipto, pues allí sí tenían alimento.
El pueblo entero fue testigo de los truenos y relámpagos, del estruendo como de trompeta y del monte envuelto en humo; los israelitas estaban aterrorizados y se mantenían a distancia.
¿Qué hacemos aquí sentados? Vayamos juntos a las ciudades fortificadas y acabemos allí de una vez, pues es el Señor nuestro Dios quien quiere acabar con nosotros; nos da a beber nuestras lágrimas, pues hemos pecado contra el Señor.
Ha visto Efraín su enfermedad y Judá es consciente de su herida. Por eso Efraín ha acudido a Asiria y ha enviado mensajeros al gran rey; pero este no podrá sanaros ni curar vuestra herida.
Al contrario, ellos vieron que Dios me había confiado la misión de proclamar el evangelio a los no judíos, así como a Pedro le había confiado la de proclamarlo a los judíos.