Y siguieron diciendo: —Vamos a edificar una ciudad y una torre que llegue hasta el cielo, para hacernos famosos y para no dispersarnos por toda la tierra.
Absalón se había levantado en vida un monumento en el valle del Rey, pues pensaba: «No tengo un hijo que conserve mi nombre». Así que puso su nombre al monumento y todavía hoy se denomina Monumento de Absalón.
En aquel mismo momento se cumplieron en Nabucodonosor las palabras pronunciadas: dejó de vivir entre personas y empezó a comer hierba como los toros, su cuerpo quedó empapado por el rocío del cielo, los cabellos le crecieron como plumas de águila y le salieron uñas como las de las aves.