Desde entonces Esaú guardó un profundo rencor hacia su hermano por la bendición que le había dado su padre, y se decía: «No está lejos el día en que hagamos duelo por la muerte de mi padre; después de eso, mataré a mi hermano Jacob».
Más numerosos que mis cabellos son los que me odian sin motivo; son fuertes quienes quieren destruirme, quienes me detestan sin razón alguna. ¿Tendré que devolver lo que no robé?
Incluso tus hermanos, tu familia, han sido contigo traidores; te van calumniando a tus espaldas. Tampoco te fíes de ellos, aunque te digan buenas palabras.
Porque también nosotros en otro tiempo fuimos irreflexivos y obstinados; anduvimos descarriados, esclavos de toda suerte de pasiones y placeres, y vivimos en la maldad y la envidia, odiados de todos y odiándonos unos a otros.
No como Caín, quien, por ser del maligno, asesinó a su hermano. Y ¿por qué lo asesinó? Pues porque sus acciones eran malas, y las de su hermano, en cambio, eran buenas.
Quien dice: «Yo amo a Dios», pero al mismo tiempo odia a su hermano, es un mentiroso. ¿Cómo puede amar a Dios, a quien no ve, si no es capaz de amar al hermano, a quien ve?
Su hermano mayor, Eliab, oyó a David hablar con los soldados y, encolerizado contra él, le dijo: —¿A qué has venido? ¿A quién le has dejado el pequeño rebaño en el desierto? Ya conozco tu insolencia y tus artimañas, pues solo has venido para ver la batalla.