Al oír Esaú las palabras de su padre, lanzó un grito atroz, lleno de amargura, y le suplicó: —¡Dame tu bendición a mí también, padre!
Pero Isaac le respondió: —Ha venido tu hermano con engaños y te ha robado tu bendición.
Cuando Mardoqueo se enteró de lo ocurrido, se rasgó la ropa, se vistió de sayal y se echó ceniza por encima y salió a la calle gritando con enorme angustia.
se comerán los frutos de su conducta y quedarán hartos de sus planes.
El necio arruina su destino y en su interior echa las culpas al Señor.
Más tarde, como sabéis, quiso recibir en herencia la bendición, pero en vano; aunque lo suplicó entre lágrimas, ya no pudo cambiar lo que había hecho.
se pusieron a gritar y a llorar, hasta quedarse sin fuerzas.