Y Abimélec ordenó a todo el pueblo: —Quien moleste a este hombre o a su mujer, será condenado a muerte.
Dios le replicó en sueños: —Sí, ya sé que lo hiciste de buena fe; por eso no permití que la tocaras, para que no pecaras contra mí.
Isaac sembró en aquella tierra, y ese año cosechó el céntuplo, porque el Señor lo bendijo.
«No toquéis a mis ungidos, no hagáis daño alguno a mis profetas».
así sucede a quien va tras la mujer del prójimo: quien la toque no quedará impune.
y le dijo: —Anda y di a ese joven: «Jerusalén será una ciudad abierta, habitada por una multitud de personas y animales.