Señor, escucha mi oración, presta oído a mi grito; no seas sordo a mi llanto pues soy un huésped que habita contigo, un forastero como mis antepasados.
Todos estos murieron sin haber recibido lo prometido, pero lo vieron de lejos con los ojos de la fe y lo saludaron, reconociendo así que eran extranjeros y gente de paso sobre aquella tierra.
Por la fe vivió como extraño en la tierra que Dios le prometió, habitando en cabañas. Y otro tanto hicieron Isaac y Jacob, herederos de la misma promesa juntamente con él,
Queridos hermanos, sois gente de paso en tierra extraña. Por eso os exhorto a que luchéis contra los apetitos desordenados que hacen guerra al espíritu.