Ya que me habéis honrado con vuestra visita, permitidme que vaya a buscar algo de comer para que repongáis fuerzas antes de seguir vuestro camino. Ellos respondieron: —Bien, haz lo que dices.
Tengo dos hijas que aún son vírgenes; voy a traéroslas para que hagáis con ellas lo que queráis, pero no les hagáis nada a estos hombres que están cobijados bajo mi techo.
Jacob insistió: —De ninguna manera. Si realmente me has perdonado, acepta este regalo que te ofrezco. Volver a verte ha sido como ver el rostro de Dios ya que me has recibido tan fraternalmente.
Porque Manóaj no sabía que era el ángel del Señor. Pero el ángel del Señor dijo a Manóaj: —Aunque me obligues a quedarme, no probaré tu comida. Pero, si quieres, prepara un holocausto y ofréceselo al Señor.
Al cuarto día se levantaron de madrugada para ponerse en camino, pero el padre de la joven dijo a su yerno, el levita: —Toma primero un bocado de pan para reponer fuerzas; luego podéis marchar.
No te marches de aquí, por favor, hasta que yo vuelva. Te traeré mi ofrenda y te la pondré delante. El ángel del Señor respondió: —Aquí me quedaré hasta que vuelvas.
Gedeón se fue, preparó un cabrito y con una medida de harina hizo unas tortas sin levadura; puso la carne en un canastillo y el caldo en una olla, y se lo llevó todo debajo de la encina. Cuando se acercaba,