Bien sé, Dios mío, que tú sondeas las conciencias y amas la sinceridad. Por eso, yo te he hecho todos estos donativos voluntaria y sinceramente, y ahora veo con alegría que tu pueblo, aquí presente, también ha contribuido voluntariamente.
¿Cuándo se ha visto a un soldado hacer la guerra a costa de sus propios bienes? ¿Quién planta una viña y no come de sus frutos? ¿Quién apacienta un rebaño y no se alimenta de su leche?
Por eso me pareció necesario pedir a esos hermanos que fueran por delante y preparasen con tiempo el generoso obsequio que habíais prometido. Preparadas así las cosas, parecerá verdaderamente un obsequio y no una muestra de tacañería.