La sangre servirá de señal en las casas que habitáis: cuando yo vea la sangre pasaré de largo y no os alcanzará la plaga exterminadora con que castigaré a Egipto.
Respondió Moisés: —No podemos hacer eso, pues lo que nosotros ofrecemos en sacrificio al Señor, nuestro Dios, es abominable para los egipcios; y si inmolásemos a la vista de ellos lo que consideran abominable, sin duda nos apedrearían.
Y, en efecto, al día siguiente, el Señor cumplió su palabra: murió todo el ganado de los egipcios, pero del ganado de los israelitas no murió ni un solo animal.
Soy yo quien os negué la lluvia faltando tres meses para la siega, yo el que hice caer la lluvia en una ciudad sí y en otra no; y mientras la lluvia empapaba un campo, otro, al carecer de agua, se secaba.