Moab ha vivido tranquila desde joven, como vino dejado en reposo; no la trasvasaron de vasija a vasija, nunca tuvo que partir al destierro; por eso conserva su sabor y nunca ha perdido su aroma.
Tu belleza te había hecho altanero, se había corrompido tu sabiduría a causa de tanto esplendor. Te he precipitado por tierra, convertido en espectáculo de reyes.
Dirás: Esto dice el Señor Dios: Aquí estoy contra ti, faraón, rey de Egipto, cocodrilo gigantesco tumbado en medio del Nilo. «Mío es mi Nilo —dices—, yo mismo lo hice».
Acontecerá además en aquel tiempo, que inspeccionaré a Jerusalén linterna en mano y castigaré a los desaprensivos que dentro de su corazón se dicen: «El Señor no actúa, ni para mal ni para bien».