Cuando llegó a oídos de la reina lo que decían el rey y sus dignatarios, se presentó en la sala del banquete y dijo: —¡Larga vida al rey! No te alarmes ni palidezcas,
Cuando estaba ya cerca, llamó a Daniel con voz angustiada: —Daniel, siervo del Dios vivo, ¿te ha podido salvar de los leones el Dios al que das culto diariamente?
Entonces aquellos hombres se dijeron: «No podremos encontrar nada que acuse a Daniel, a no ser que lo busquemos en materia relacionada con la ley de su Dios».