Mientras la contemplabas, se desprendió una piedra sin que interviniera fuerza alguna, chocó contra los pies de hierro y barro de la estatua y los hizo añicos.
Por eso, así dice el Señor Dios: Voy a poner una piedra en Sion, una piedra resistente, una valiosa piedra angular, firme, que sirva de base; el que crea no se tambaleará.
Reuníos, pueblos, y echaos a temblar; escuchad los de tierras lejanas: aunque os ciñáis las armas, seréis derrotados; aunque os preparéis para la guerra, seréis quebrantados.
Midió otros quinientos metros: era ya un torrente que no pude atravesar, pues el agua había crecido y solo a nado se podía atravesar: era un torrente que no se podía vadear.
Y el pueblo de los santos del Altísimo recibirá la soberanía, el poder y la gloria de todos los reinos que existen bajo el cielo. Su reino será eterno y todos los poderes le obedecerán y estarán a su servicio.
Con su astucia hará que triunfe la traición en todos sus propósitos; pensará que es el más grande. Destruirá a muchos confiados, se alzará contra el príncipe de príncipes, pero al fin será destrozado, sin intervención de poderes humanos.
Aquel día convertiré a Jerusalén en una piedra que ninguna nación podrá levantar; cualquiera que intente levantarla quedará destrozado. Todas las naciones de la tierra se aliarán contra ella.
Sabemos, además, que aunque se desmorone esta tienda corporal que nos sirve de morada terrestre, Dios nos tiene preparada en el cielo una morada eterna, no construida por manos humanas.
Por eso Cristo no entró en un santuario construido por manos humanas —que era simple imagen del verdadero santuario—, sino que entró en el cielo mismo donde ahora intercede por nosotros en presencia de Dios.
Piedra de gran valor para vosotros los creyentes. En cambio, para los incrédulos: La piedra que desecharon los constructores, se ha convertido en la piedra principal,
El séptimo ángel tocó la trompeta, y se oyeron en el cielo voces poderosas que proclamaban: —A nuestro Señor y a su Cristo pertenece el dominio del mundo, y lo ejercerá por siempre y para siempre.
Ellos harán la guerra al Cordero; pero el Cordero, que es Rey de reyes y Señor de señores, los derrotará, y en su triunfo participarán los llamados, los elegidos y los creyentes.