Ellos contestaron: —Hemos tenido un sueño, y no tenemos quien nos lo interprete. José les respondió: —Dios es quien interpreta los sueños; contádmelos.
Por la mañana, el faraón, muy intrigado, mandó llamar a todos los adivinos y sabios de Egipto y les contó sus sueños, pero ninguno se los sabía interpretar.
Al final se presentó ante mí Daniel, apodado Baltasar en referencia al nombre de mi dios y partícipe del espíritu de los dioses santos. Y yo le relaté mi sueño: