Uno de ellos dijo al hombre vestido de lino, que estaba sobre el agua del río: —¿Cuánto tiempo pasará hasta que se cumplan estas cosas tan sorprendentes?
Vi entonces a seis hombres que venían por el camino de la puerta de arriba, la que da al norte. Cada cual empuñaba su mazo destructor. En medio de ellos vi a un hombre con ropa de lino, que llevaba una cartera de escribano a la cintura. Entraron y se pusieron junto al altar de bronce.
Oí entonces hablar a uno de los santos, mientras otro le preguntaba: —¿Cuánto durará todavía esta visión del sacrificio permanente [suprimido], la profanación devastadora, el santuario entregado y el ejército [del cielo] pisoteado?
Estaba Jesús sentado en la ladera del monte de los Olivos cuando se le acercaron aparte los discípulos para preguntarle: —Dinos, ¿cuándo sucederá todo esto? ¿Cómo sabremos que tu venida está cerca y que el fin del mundo se aproxima?
Y se les reveló que lo que ahora os anuncian quienes os proclaman el evangelio por el Espíritu Santo enviado desde el cielo, lo llevan a cabo no en su provecho, sino en el vuestro. Anuncio este que los mismos ángeles están deseando contemplar.
Y los siete ángeles que llevaban las siete calamidades salieron del Templo vestidos con sus resplandecientes túnicas de lino puro, y con su pecho ceñido de bandas doradas.
Y gritaron con voz poderosa: —Señor santo y veraz, ¿cuánto vas a tardar en hacernos justicia y vengar la muerte que nos dieron los que habitan la tierra?