El faraón Necó nombró rey a Eliaquín, el hijo de Josías, en lugar de su padre, cambiando su nombre por el de Joaquín. Luego llevó a Egipto a Joacaz, donde murió.
El año tercero de Ciro, rey de Persia, Daniel (apodado Baltasar) tuvo una revelación. El mensaje, que era digno de crédito, se refería a una gran guerra. Él entendió el mensaje, pues la visión le proporcionó perspicacia.
Daniel suplicó al rey que concediera la administración de la provincia de Babilonia a Sadrac, Mesac y Abednegó, y así lo hizo. Daniel, por su parte, se quedó en la corte.
Al final se presentó ante mí Daniel, apodado Baltasar en referencia al nombre de mi dios y partícipe del espíritu de los dioses santos. Y yo le relaté mi sueño:
Se llama Daniel, aunque el rey le puso por nombre Baltasar. Parece estar dotado de un saber y de una inteligencia superiores, capaces de interpretar sueños, descifrar enigmas y resolver complicados problemas. Que llamen, pues, a Daniel para que te interprete la inscripción.