Soy narciso de Sarón y azucena de los valles.
Se establecieron en Galaad, en Basán y sus anejos y en todos los ejidos de Sarón hasta sus confines.
La verdad brota de la tierra, la justicia surge del cielo.
Mi amado es mío y yo de mi amado, que pasta entre azucenas.
Sus mejillas, balsameras y macizos de perfumes; y sus labios como lirios que destilan mirra líquida.
Mi amor ha bajado a su jardín, a los macizos de bálsamos, a apacentar en los huertos, a recoger azucenas.
Yo soy de mi amado y mi amado es mío, que pasta entre azucenas.
El país se marchita y agosta, se amustia reseco el Líbano, el Sarón parece una estepa, desmochados Basán y el Carmelo.
Pues esto dice el Alto y Excelso, el que vive por siempre, de nombre Santo: Yo habito en las alturas sagradas, pero miro por humildes y abatidos, para reanimar el espíritu abatido, para reanimar el corazón humillado.
Yo curaré su apostasía, los amaré generosamente, pues mi cólera ya no los afecta.