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Referencias Cruzadas

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Apocalipsis 17:1

La Palabra (versión española)

Se acercó entonces uno de los siete ángeles que llevaban las siete copas y me dijo: —¡Ven! Voy a enseñarte el castigo que tengo reservado a la gran prostituta, la que está sentada sobre aguas caudalosas

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20 Referencias Cruzadas  

¡Ved convertida en ramera a la que era Villa Fiel! Rebosante de derecho, albergue de la justicia, ¡ahora rebosa de criminales!

Acercaos, engendros de bruja, hijos de prostituta.

Hace mucho que te has sacudido el yugo y has hecho trizas tus correas diciendo: «No volveré a ser esclavo». Y en toda colina elevada, bajo cualquier árbol frondoso te tumbas como una prostituta.

Ciudad llena de tesoros, situada junto a aguas caudalosas, te cortan la trama, terminan tus rapiñas.

Las aguas lo han hecho crecer, el abismo le ha dado estatura, haciendo fluir sus corrientes por abajo, en torno a sus raíces, al tiempo que extendía sus acequias a todos los árboles del campo.

Entonces se dijeron el uno al otro: —¿No nos ardía ya el corazón cuando conversábamos con él por el camino y nos explicaba las Escrituras?

En esto aparecieron dos personajes que conversaban con él. Eran Moisés y Elías,

Esta es la revelación que Dios confió a Jesucristo en relación con los inminentes sucesos que era preciso poner en conocimiento de sus servidores. El ángel enviado por el Señor se la comunicó por medio de signos a Juan, su servidor.

Vi luego en el cielo otra señal formidable y maravillosa: siete ángeles llevaban las siete últimas calamidades con las que había de consumarse la ira de Dios.

La gran ciudad se partió en tres; se desmoronaron las restantes ciudades del mundo, y Dios se acordó de la orgullosa Babilonia para hacerle apurar hasta las heces la copa de su terrible indignación.

Vi después bajar del cielo a otro ángel con inmenso poder. Su resplandor iluminó la tierra,

que juzga con justicia y con verdad. Él ha condenado a la gran prostituta, la que con su lujuria corrompía la tierra. Ha vengado así en ella la sangre de sus servidores.

Alguien me dijo: —Escribe: «Dichosos los invitados al banquete de bodas del Cordero». Y añadió: —Palabras verdaderas de Dios son estas.

El ángel que hablaba conmigo tenía una vara de oro para medir la ciudad, sus puertas y sus murallas.

Uno de los siete ángeles que llevaban las siete copas con las siete últimas calamidades, se acercó a mí y me dijo: —¡Ven! Quiero mostrarte la novia, la esposa del Cordero.

Después de todo esto tuve una visión. Vi una puerta abierta en el cielo, y aquella voz como de trompeta que me había hablado primero, me dijo: —Sube aquí, que voy a mostrarte lo que tiene que suceder en adelante.




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