Era una bestia parecida a un leopardo, si bien sus patas eran como de oso y sus fauces como de león. El dragón le dio su fuerza, su imperio y su inmenso poderío.
Él se volvió y, cuando los vio, los maldijo en el nombre del Señor. Entonces salieron del bosque dos osos que despedazaron a cuarenta y dos chiquillos.
Por eso, un león de la selva los herirá, un lobo estepario los destrozará; una pantera acecha sus ciudades y desgarra a quien sale de ellas. Pues son numerosas sus rebeldías, han multiplicado sus traiciones.
Esto es lo que dice el Señor: Como rescata el pastor de la boca del león dos patas o la punta de una oreja, eso es lo que se rescatará de los israelitas que moran en Samaría y se recuestan en divanes y en lechos confortables.
Os pasará como a quien huye de un león y se topa de pronto con un oso; o como al que entra en su casa, apoya la mano en la pared y lo muerde una serpiente.
Veloces como guepardos sus caballos, más fieros que lobos nocturnos; su caballería ya ha iniciado el avance, sus jinetes vienen de lejos: vuelan como águilas imperiales cuando se aprestan a devorar.
Pero el Señor estuvo conmigo y me dio fuerzas para llevar a buen término el anuncio del mensaje, de modo que todos los paganos pudieron escucharlo. El Señor, que me libró de la boca del león,
Así que aquel enorme dragón, es decir, la antigua serpiente, la que tiene por nombre Diablo y Satanás, la que continuamente está seduciendo al mundo entero, fue precipitado a la tierra junto con sus ángeles.
Tenía todo el poderío de la primera bestia y lo ejercía en su favor, logrando que todos los habitantes de la tierra adorasen a aquella primera bestia, cuya herida mortal había sido curada.
Adoraron al dragón, por cuanto había traspasado su poder a la bestia, y adoraron también a la bestia, exclamando: —¡No hay nadie como la bestia! ¿Quién se atreverá a pelear contra ella?
Has visto también diez cuernos. Representan a diez reyes que aún no han comenzado a reinar, pero que durante muy breve tiempo compartirán el poder con la bestia.
Pero la bestia fue hecha prisionera, y con ella el falso profeta, el que, realizando prodigios a favor de la bestia, había logrado seducir a cuantos se dejaron tatuar la marca de la bestia y adoraron su imagen. Ambos fueron arrojados vivos al lago ardiente de fuego y azufre.
—Ya sé que resides donde se ha hecho fuerte Satanás. A pesar de todo, te mantienes fiel a mí y no has abandonado la fe ni siquiera cuando ahí, en esa guarida de Satanás, visteis morir a mi fiel testigo Antipas.