El fajín para ajustar el efod formaba una sola pieza con él y estaba confeccionado de la misma forma: era de oro, púrpura violeta, escarlata y carmesí, y de lino fino trenzado.
Pero alguien que parecía un hombre tocó mis labios; entonces abrí la boca y comencé a hablar. Dije al que estaba frente a mí: —Señor, me siento invadido por la angustia a causa de la visión, y me he quedado sin fuerzas.
Después, mientras contemplaba la visión nocturna, vi venir sobre las nubes del cielo a alguien que parecía un ser humano. Cuando llegó junto al anciano, lo presentaron ante él
Mientras seguía mirando, pude ver cómo colocaban unos tronos y cómo se sentaba un anciano. Su ropa era blanca como la nieve, y sus cabellos parecían lana purísima. Su trono eran llamas, y las ruedas que lo sostenían, fuego ardiente.
Luego revistió a Aarón con la túnica y lo ciñó con el fajín; después le puso el manto, y encima le colocó el efod, ciñéndoselo y ajustándoselo con la cinta del efod.
Pues no tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades; al contrario, excepto el pecado, ha experimentado todas nuestras pruebas.
Volví a mirar, y vi una nube blanca. Sentado sobre ella había un ser de aspecto humano que llevaba una corona de oro en la cabeza y una hoz afilada en la mano.
Y los siete ángeles que llevaban las siete calamidades salieron del Templo vestidos con sus resplandecientes túnicas de lino puro, y con su pecho ceñido de bandas doradas.