Entonces el rey entonó esta elegía por Abner: ¿Tenías que morir, Abner, de una muerte tan infame?
David entonó entonces esta elegía por Saúl y por su hijo Jonatán,
Tus manos estaban libres y en tus pies no había cadenas. Caíste como quien cae a manos de criminales. Y todo el pueblo siguió llorando por él.
Jeremías le dedicó una elegía, y hasta el día de hoy todos los cantores y cantoras siguen recordando a Josías en sus elegías, que se convirtieron en una tradición para Israel y ahora están escritas en las Lamentaciones.
La boca del necio es su ruina; sus palabras, una trampa mortal.
Perdiz que empolla huevos que no puso el que hace fortuna de modo injusto: en la flor de sus días lo abandona y acabará su vida como un necio.
Se trata de una elegía que entonarán las capitales de las naciones. La entonarán por Egipto y su ejército —oráculo del Señor Dios.