Me salvó de un enemigo poderoso, de adversarios más fuertes que yo.
David dirigió al Señor las palabras de este cántico el día que el Señor lo salvó de Saúl y de todos sus enemigos.
Desde la altura me asió con su mano, me sacó de las aguas turbulentas.
En un día aciago me atacaron, pero el Señor fue mi apoyo;
¡Ponte en acción, Señor! ¡Sálvame, Dios mío!, tú que golpeaste la mejilla de mis enemigos, tú que rompiste los dientes de los malvados.
Todo mi ser proclamará: «Señor, ¿quién como tú?». Tú libras al débil del que es más fuerte, al humilde y al pobre del explotador.
Retrocederán mis enemigos el día en que yo te invoque. Yo sé que Dios está conmigo,
Fue él quien me libró de tan graves peligros de muerte; y continuará librándome, pues he puesto en él la esperanza de que así lo hará.
Pero el Señor estuvo conmigo y me dio fuerzas para llevar a buen término el anuncio del mensaje, de modo que todos los paganos pudieron escucharlo. El Señor, que me libró de la boca del león,