Desde la altura me asió con su mano, me sacó de las aguas turbulentas.
Me salvó de un enemigo poderoso, de adversarios más fuertes que yo.
Señor, desde lo más hondo a ti clamo.
Desde el cielo extiende tu mano, líbrame, sálvame de las aguas turbulentas, de la mano de gente extranjera,
Por eso todo fiel te implora en los momentos de angustia; y aunque a raudales se desborde el agua, no les podrá dar alcance.
Cuando el niño creció, se lo llevó a la hija del faraón, que lo adoptó como hijo suyo, y le puso el nombre de Moisés, diciendo: —«Yo lo saqué de las aguas».
Si cruzas las aguas estoy contigo, si pasas por ríos no te hundirás; si pisas ascuas no te quemarás, la llama no te abrasará.
Me sumergieron las aguas y me dije: «¡Estoy perdido!».
Me dijo luego el ángel: —Esas aguas que viste, sobre las que estaba sentada la prostituta, son naciones populosas, razas y lenguas.