y le dijo: —Que mi señor no tenga en cuenta mi delito, ni recuerde las ofensas de su siervo el día en que el rey, mi señor, salía de Jerusalén. Que el rey no se las tome a pecho.
Pero al extender Israel sus manos, las cruzó, y puso la mano derecha sobre la cabeza de Efraín, que era el menor, y la mano izquierda sobre la cabeza de Manasés, a pesar de que este era el primogénito.
Aquel día los bendijo diciendo: —El pueblo de Israel pronunciará vuestro nombre para bendecir, pues dirán: «Que Dios haga contigo como hizo con Efraín y Manasés». Y puso a Efraín delante de Manasés.
Entonces el rey se levantó, se sentó en la puerta y avisaron a la tropa: —El rey está sentado en la puerta. Y toda la tropa se presentó ante el rey. Los israelitas habían huido a sus tiendas,
Cuando los israelitas se enteraron del regreso de Jeroboán, mandaron a llamarlo ante la asamblea y lo proclamaron rey sobre todo Israel. Y solo la tribu de Judá siguió fiel a la dinastía de David.
Tú, que te asientas en el Líbano, que tienes tu nido entre cedros, ¡cómo gritarás cuando lleguen los dolores, cuando te retuerzas como una parturienta!