Pero Ajimás, el hijo de Sadoc, volvió a insistirle a Joab: —A pesar de todo, déjame que vaya corriendo también yo tras el cusita. Y Joab le dijo: —¿Por qué te empeñas en correr también tú, hijo mío, si no obtendrás ninguna recompensa?
David estaba sentado entre las dos puertas. El centinela subió al observatorio de la puerta, sobre la muralla, alzó la vista y vio venir a un hombre solo.