Luego diez muchachos, asistentes de Joab, rodearon a Absalón y lo remataron.
Pues bien, por haberme despreciado, tomando a la mujer de Urías, el hitita, para convertirla en tu esposa, la espada ya nunca abandonará tu casa.
Joab le contestó: —¡No quiero seguir perdiendo el tiempo contigo! Echó mano a tres flechas y las clavó en el corazón de Absalón, que todavía colgaba vivo de la encina.
Entonces Joab hizo sonar el cuerno, y el ejército cesó de perseguir a Israel, pues Joab lo detuvo.
Y Absalón, al que habíamos ungido como jefe, ha muerto en la batalla. Entonces, ¿a qué esperáis para restablecer al rey?
el triunfo del malvado es pasajero, efímera la alegría del impío?
Yo vi a un malvado engreído, ufanándose como un cedro frondoso;
El malvado provoca revueltas, recibirá crueldad como respuesta.
El abrumado por un asesinato huye hasta la tumba sin que se lo impidan.
El que cava una fosa, cae en ella; al que derriba un muro, le muerde una serpiente.