El rey le preguntó: —¿Qué te pasa? Ella respondió: —Que soy una mujer viuda, pues mi marido murió.
Dios escuchó al niño llorar, y desde el cielo el mensajero de Dios llamó a Agar y le dijo: —¿Qué te pasa, Agar? No temas, pues Dios ha escuchado los sollozos del niño que está ahí.
Después Tamar se levantó y se fue. Se quitó el velo y volvió a ponerse la ropa de viuda.
La mujer de Tecoa se presentó ante el rey, inclinó su rostro e hizo una reverencia. Luego le dijo: —Socórreme, majestad.
Tu servidora tenía dos hijos: tuvieron una pelea en el campo y, sin nadie que los separara, uno golpeó al otro y lo mató.