Al tercer día llegó un hombre del campamento de Saúl, con la ropa destrozada y la cabeza cubierta de polvo. Cuando llegó ante David, se postró en tierra e hizo una reverencia.
Ajimás se acercó y saludó al rey: —¡Salud! Luego hizo una reverencia al rey inclinando su rostro y añadió: —¡Bendito sea el Señor, tu Dios, que ha entregado en tu poder a la gente que se había rebelado contra el rey, mi señor!
Cuando el criado se marchó, David salió de su escondite, cayó a tierra ante él y se postró tres veces. Después se abrazaron el uno al otro y estuvieron llorando juntos hasta que David se recuperó.