Pero el rey le contestó: —No, hijo mío, no podemos ir todos, pues seríamos una carga para ti. Él volvió a insistir, pero el rey no quiso ir, aunque le dio su bendición.
Se bautizó, pues, con toda su familia, y nos hizo esta invitación: —Si consideráis sincera mi fe en el Señor, os ruego que vengáis a alojaros en mi casa. Su insistencia nos obligó a aceptar.