Pero Urías no quiso bajar a su casa y durmió a la entrada del palacio real con los guardias de su señor.
Informaron a David que Urías no había ido a su casa y David le dijo: —Después del viaje que has hecho, ¿por qué no has ido a tu casa?
David lo invitó a comer y a beber con él, y lo emborrachó. Al atardecer, Urías salió a acostarse junto a los guardias de su señor y tampoco bajó a su casa.
El rey Roboán los sustituyó con escudos de bronce y los puso al cuidado de los jefes de la escolta que custodiaban la entrada del palacio real.
Cada vez que el rey entraba al Templo del Señor, la escolta los llevaba y luego los devolvía a la sala de guardia.
No hay sabiduría, ni inteligencia, ni consejo que pueda enfrentarse al Señor.