La mujer fue a contárselo al profeta y este le dijo: —Ahora vende el aceite, paga a tu acreedor y con el resto podréis vivir tú y tus hijos.
Finalmente, hermanos, apreciad todo lo que sea verdadero, noble, recto, limpio y amable; todo lo que merezca alabanza, suponga virtud o sea digno de elogio.
A nadie devolváis mal por mal. Esforzaos en hacer el bien ante cualquiera.
El malvado toma prestado y no devuelve, el justo es compasivo y dadivoso.
Pero Dios dirigió este mensaje al profeta Semaías:
Así os ganaréis el respeto de los no cristianos y no tendréis que importunar a nadie.
La mujer dijo a su marido: —Mira, creo que ese que nos visita cada vez que pasa es un profeta santo.
La mujer lo subió, lo acostó en la cama del profeta, cerró la puerta y salió.
Entonces el profeta mandó decir al rey de Israel: —Procura no pasar por tal sitio, pues los sirios están acampados allí.
Luego le dijo: —Sácalo. El otro extendió el brazo y lo sacó.