Tendría muchas más cosas que escribiros, pero no quiero hacerlo utilizando papel y tinta. Espero encontrarme pronto entre vosotros y hablaros personalmente para que vuestra alegría sea completa.
Con él hablo cara a cara, claramente y sin enigmas, mientras él contempla mi semblante. ¿Cómo, pues, os habéis atrevido a criticar a Moisés, mi siervo?
La esposa pertenece al esposo. En cuanto al amigo del esposo, el que está junto a él, lo escucha y se alegra extraordinariamente al oír la voz del esposo. Por eso, en este momento mi alegría se ha colmado.
confío en que, al fin, de paso para España, se logre mi deseo. Así lo espero, como también que me encaminéis hacia allá después de haber disfrutado algún tiempo de vuestra compañía.
Por eso, cuando yo vaya, le echaré en cara su conducta: sus palabras insidiosas contra mí y, por si esto fuera poco, su negativa a recibir a los hermanos. Hasta se atreve a prohibir a otros que los reciban, bajo la amenaza de expulsarlos de la Iglesia.