Yo, respondiendo al don que Dios me ha concedido, he puesto los cimientos como buen arquitecto; otro es el que levanta el edificio. Mire, sin embargo, cada uno cómo lo hace.
¿Estamos ya otra vez haciéndonos la propaganda? ¿Es que necesitamos, como ciertos individuos, presentarnos a vosotros con cartas de recomendación o recibirlas de vosotros?
¿Acaso no está justificado esto que siento por vosotros? Os llevo muy dentro del corazón, ya que todos vosotros compartís conmigo este privilegio mío de la prisión y de poder defender y consolidar el evangelio.
Y no solo en Macedonia y Acaya habéis hecho resonar la palabra del Señor, sino que vuestra fe en Dios se ha extendido por todas partes, hasta el punto de hacer innecesaria cualquier palabra nuestra.