(En Israel antiguamente, cuando alguien iba a consultar a Dios, decía: «Vamos a ver al vidente»; pues al que actualmente llamamos «profeta» antes se le llamaba «vidente»).
Pero los hijos que esperaba se peleaban dentro de su vientre, así que Rebeca se dijo: —Si esto va a seguir así, ¿para qué vivir? Entonces fue a consultar al Señor,
El Señor había advertido a Israel y a Judá, por medio de todos sus profetas y videntes: «Apartaos de vuestro mal camino y guardad mis mandatos y preceptos, de acuerdo con la ley que di a vuestros antepasados y que os transmití por medio de mis siervos, los profetas».
Y todo lo que habían consagrado el profeta Samuel, Saúl, el hijo de Quis, Abner, el hijo de Ner, y Joab, el hijo de Seruyá, todas las ofrendas estaban al cargo de Selomit y sus parientes.
Todos los elegidos para porteros de las entradas sumaban doscientos doce y estaban censados en sus pueblos. David y el profeta Samuel los habían elegido por su fidelidad.
Asá se indignó con el profeta y lo metió en la cárcel, enfurecido por sus palabras. Por aquella época Asá también reprimió duramente a algunos ciudadanos.
En aquella ocasión el profeta Jananí se presentó ante Asá, rey de Judá, y le dijo: —Por haberte apoyado en el rey de Aram, en vez de apoyarte en el Señor tu Dios, el ejército del rey de Aram se te ha escapado.