Y Saúl respondió: —De acuerdo, vamos. Y se dirigieron a la aldea donde vivía el hombre de Dios.
Su tío les preguntó a él y a su criado: —¿Dónde habéis ido? Y él contestó: —A buscar las asnas; pero como no aparecían, fuimos a ver a Samuel.
Cuando subían la cuesta de la aldea, encontraron a unas muchachas que iban en busca de agua y les preguntaron: —¿Está aquí el vidente?
(En Israel antiguamente, cuando alguien iba a consultar a Dios, decía: «Vamos a ver al vidente»; pues al que actualmente llamamos «profeta» antes se le llamaba «vidente»).