Los filisteos hicieron llamar a los sacerdotes y adivinos para consultarles: —¿Qué podemos hacer con el Arca del Señor? Indicadnos cómo debemos enviarla a su lugar.
Por la mañana, el faraón, muy intrigado, mandó llamar a todos los adivinos y sabios de Egipto y les contó sus sueños, pero ninguno se los sabía interpretar.
Se puso entonces a gritar desesperado y mandó llamar a los adivinos, magos y astrólogos. Después dijo a los sabios de Babilonia: —Quien sepa leer esa inscripción y pueda interpretar su significado será vestido de púrpura, llevará un collar de oro y ocupará el tercer puesto en mi reino.
Entonces convocaron a todos los príncipes filisteos y los consultaron: —¿Qué podemos hacer con el Arca del Dios de Israel? Ellos contestaron: —Que la lleven a Gat. Así pues, trasladaron a Gat el Arca del Dios de Israel.