Cuando los asdoditas vieron lo que sucedía, dijeron: —El Arca del Dios de Israel no debe quedarse entre nosotros, porque su poder se recrudece contra nosotros y contra nuestro dios Dagón.
Los cortesanos del faraón le dijeron: —¿Hasta cuándo va a ser este hombre nuestra ruina? Deja marchar a esa gente y que rindan culto al Señor, su Dios.
¡Pobres de nosotros! ¿Quién nos librará de un Dios tan poderoso? Porque ese es el Dios que diezmó a los egipcios con toda clase de plagas en el desierto.
Entonces convocaron a todos los príncipes filisteos y los consultaron: —¿Qué podemos hacer con el Arca del Dios de Israel? Ellos contestaron: —Que la lleven a Gat. Así pues, trasladaron a Gat el Arca del Dios de Israel.
Entonces los habitantes de Bet Semes dijeron: —¿Quién podrá resistir ante el Señor, ante este Dios Santo? ¿A quién enviarla para quitárnosla de encima?