Pues mira, el Señor va a castigarte: te dejará ciego y durante algún tiempo no verás la luz del sol. Dicho y hecho: Elimas quedó sumido en la más completa oscuridad y se movía a tientas buscando una mano que lo guiara.
Entonces convocaron de nuevo a todos los príncipes filisteos y les dijeron: —Llevaos el Arca del Dios de Israel y que vuelva a su sitio, para que no nos aniquile a todos. Y es que por toda la ciudad cundía un pánico mortal, pues el Señor la había castigado muy duramente.
Cuando los asdoditas vieron lo que sucedía, dijeron: —El Arca del Dios de Israel no debe quedarse entre nosotros, porque su poder se recrudece contra nosotros y contra nuestro dios Dagón.
Pero, nada más trasladarla, el Señor castigó a la ciudad e hizo cundir el pánico, pues hirió a sus habitantes, pequeños y grandes, y les salieron tumores.