Luego se allegaron a David para hacerle comer algo mientras aún fuese de día. Pero David hizo este juramento: —¡Que Dios me castigue, si antes de ponerse el sol pruebo pan o alguna otra cosa!
El rey Sedecías mandó traer a su presencia al profeta Jeremías, a la tercera entrada del Templo del Señor y, una vez allí, le dijo: —Te quiero preguntar una cosa. No me mientas en nada.
El profeta Jeremías les respondió: —De acuerdo. Voy a consultar al Señor, vuestro Dios, conforme a vuestra petición; y todo lo que responda el Señor sobre vosotros, os lo transmitiré. No os ocultaré nada.
¿Está acaso maldita la descendencia de Jacob? ¿Se ha agotado la paciencia del Señor y va a ser esa su manera de actuar? ¿No son benévolas sus palabras para quien procede honradamente?
Balaán regresó adonde había dejado a Balac y lo encontró de pie junto a su holocausto, acompañado de los dignatarios de Moab. Y Balac le preguntó: —¿Qué te ha dicho el Señor?
Pero Jesús permaneció en silencio. Entonces el sumo sacerdote le conminó: —¡En nombre del Dios vivo, te exijo que nos digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios!
Pero que el Señor me castigue si mi padre ha decidido tu desgracia y no te lo hago saber, para que te pongas a salvo. ¡Que el Señor esté contigo como estuvo con mi padre!