David cruzó al lado opuesto, se detuvo lejos, en la cima del monte, dejando una buena distancia entre ellos
Le informaron de esto a Jotán, que subió a la cumbre del monte Garizín, alzó la voz y gritó: Escuchadme, señores de Siquén, y que Dios os escuche.
David aplacó a sus hombres con estas palabras y no les permitió atacar a Saúl. Mientras tanto, Saúl salió de la cueva y siguió su camino.
David tomó la lanza y la cantimplora de la cabecera de Saúl y se marcharon, sin que nadie los viese, ni se enterase, ni despertase. Todos estaban dormidos, pues el Señor los había hecho caer en un profundo sueño.
y gritó a la tropa y a Abner, el hijo de Ner: —Abner, respóndeme. Abner respondió: —¿Quién eres tú para gritar al rey?