En Nob, la ciudad de los sacerdotes, mató a filo de espada a hombres y mujeres, muchachos e incluso niños de pecho. También mató bueyes, asnos y ovejas.
un clamor de guerra se alza contra tu pueblo; todas tus fortalezas serán asoladas, como Salmán asoló a Bet-Arbel aquel día de la batalla, cuando, junto con sus hijos, fue estrellada la madre [contra el suelo].
Por eso le preguntaron: —¿No oyes lo que estos están diciendo? Jesús les contestó: —¡Claro que lo oigo! Pero ¿es que nunca habéis leído en las Escrituras aquello de: sacarás alabanza de labios de los pequeños y de los niños de pecho?
La ciudad, con todo lo que hay en ella, será consagrada al exterminio en honor del Señor. Solo quedará con vida Rajab, la prostituta, junto con todos los que están con ella en su casa, pues ocultó a los exploradores que enviamos a Jericó.
Por tanto, ataca a Amalec, consagra sin miramientos al exterminio todas sus pertenencias y mata hombres y mujeres, muchachos y bebés, vacas y ovejas, camellos y asnos.
Pero Saúl y el ejército perdonaron la vida a Agag y a las mejores ovejas y vacas, a las terneras y a los corderos, es decir, a todo lo valioso, y no quisieron consagrarlo al exterminio. En cambio sí aniquilaron todas las cosas inútiles y sin valor.
Doeg, el edomita, que se hallaba entre los servidores de Saúl, intervino diciendo: —Yo vi al hijo de Jesé cuando fue a Nob a ver a Ajimélec, el hijo de Ajitub.