Luego Jonatán entregó sus armas al criado y le dijo: —Anda y llévalas a la ciudad.
Pero no se enteró de nada, porque solo Jonatán y David conocían la clave.
Cuando el criado se marchó, David salió de su escondite, cayó a tierra ante él y se postró tres veces. Después se abrazaron el uno al otro y estuvieron llorando juntos hasta que David se recuperó.