Quemó a su hijo en sacrificio, practicó el espiritismo y la brujería, instituyó nigromantes y adivinos y ofendió tanto al Señor, que provocó su indignación.
¡Ay del mundo a causa de los que incitan al pecado! Porque instigadores de pecado tiene que haberlos necesariamente; pero ¡ay de aquel que incite a pecar!
A lo que el oferente respondía: —Primero se ha de quemar la grasa, después podrás coger lo que quieras. Entonces el otro replicaba: —No. Me la das ahora mismo, o me la llevo por la fuerza.