El filisteo miró y, cuando vio a David, lo menospreció, pues no era más que un muchacho de piel sonrosada y bien parecido.
Benadad ordenó: —Si salen en son de paz, prendedlos vivos; y si salen a atacar, también.
La soberbia precede a la ruina y el orgullo al fracaso.
Jesé mandó traerlo. Era sonrosado, de hermosos ojos y bien parecido. El Señor le dijo: —Prepárate a ungirlo porque es este.
Saúl le respondió: —Tú no puedes ir a enfrentarte con ese filisteo, pues tú no eres más que un muchacho y él es todo un guerrero desde su mocedad.
El filisteo, precedido de su escudero, se iba acercando poco a poco a David.