Y añadió: —El Señor que me ha librado de las garras del león y de las garras del oso, me librará del poder de ese filisteo. Entonces Saúl le dijo: —Anda y que el Señor te acompañe.
Luego David se ciñó la espada de Saúl sobre sus ropas e intentó andar, pero no estaba entrenado. Entonces le dijo a Saúl: —No puedo moverme con esto, porque no estoy entrenado. Se quitó, pues, todo aquello de encima,