Su padre le dijo: —Vete, pues, a ver cómo están tus hermanos y el rebaño, y luego tráeme noticias. Así que lo envió desde el valle de Hebrón, y José se dirigió a Siquén.
Cuando David llegó adonde estaban los doscientos hombres que por desfallecimiento no habían podido acompañarlo y se habían quedado en el arroyo de Besor, estos salieron a recibir a David y a la gente. David se acercó a ellos y los saludó.