Luego se marchó a Ramá y Saúl volvió a su casa de Guibeá de Saúl.
A la mañana siguiente madrugaron, adoraron al Señor y regresaron a su casa en Ramá. Elcaná se acostó con Ana, su mujer, y el Señor se acordó de ella.
También Saúl marchó a su casa en Guibeá y con él marcharon aquellos valientes a los que Dios infundió ánimos.
Los mensajeros llegaron a Guibeá de Saúl, dieron la noticia al pueblo y toda la gente se puso a gritar y a llorar.
Luego volvía a Ramá, donde tenía su residencia y seguía juzgando a Israel. Y allí construyó un altar al Señor.