Samuel replicó: —El Señor es hoy testigo contra vosotros, al igual que su ungido, de que no habéis encontrado en mí culpa alguna. Respondieron: —Sí, es testigo.
Cuando el Señor terminó de decir esto a Job, se dirigió a Elifaz de Temán: —Estoy enfadado contigo y con tus dos compañeros, porque no habéis hablado de mí como hay que hablar, al contrario de como lo ha hecho mi siervo Job.
Si alguien permite que su ganado paste en el campo o en el viñedo ajeno causando algún daño, resarcirá el daño con los mejores frutos de su propio campo o viñedo.
La controversia tomó grandes proporciones, hasta que algunos maestros de la ley, miembros del partido fariseo, afirmaron rotundamente: —No hallamos culpa en este hombre. Puede que un espíritu o un ángel le haya hablado.
Si de algo nos sentimos orgullosos es de que la conciencia nos asegura que nuestro comportamiento con todo el mundo, y particularmente con vosotros, ha estado presidido por la sencillez y la franqueza que Dios inspira; es decir, ha sido fruto del favor divino y no del humano saber.