Entonces la gente dijo a Samuel: —¿Quiénes ponían en duda que Saúl sería nuestro rey? Entregadnos a esos hombres para que los matemos.
Tu mano golpeará a tus enemigos, tu diestra golpeará a tus adversarios.
En cuanto a mis enemigos, los que no querían que yo reinase sobre ellos, traedlos aquí y matadlos en mi presencia».
En cambio, los descontentos comentaban: —¿De qué va a salvarnos ese? Y no le quisieron hacer regalos. Pero Saúl no se dio por aludido.