¡No concedas sueño a tus ojos, ni a tus párpados adormecimiento!
no concederé sueño a mis ojos, ni a mis párpados adormecimiento,
Ciertamente huiría lejos; moraría en el desierto. (Pausa.)
¡Haz esto ahora mismo, hijo mío, y líbrate, ya que has caído en el poder de tu prójimo! ¡anda, humíllate, y usa de urgencia con tu prójimo!
Todo cuanto hallare que hacer tu mano, hazlo con tus fuerzas; porque no hay obra, ni empresa, ni ciencia, ni sabiduría en el sepulcro adonde vas.
Porque un ángel descendía de tiempo en tiempo al estanque, y revolvía el agua: el primero, pues, que entraba, después de movida el agua, quedaba sano de cualquiera enfermedad que tuviese].